LLEGAR A LA OTRA ORILLA
Llegar a la otra orilla.
Fernando Galeana Padilla.
Los días que viajan han bajado la velocidad, ruedan como llantas de calandria en la costera, ya de viejo no me gusta el ruido de las motos, pero antes me emocionaba, sobre todo cuando corría en una de ellas.
Oigo el canto de los gallos como en los videos de cámara lenta, imagino el batir de sus alas en (slow motion), editada para una perfección en la compartida sala grupal de un chat.
Ruedo por la cama y no alcanzo llegar a la otra orilla, hasta que recupero un espacio de tiempo libre. Me dedico a hacer algo propio de la condición humana, sin conexiones remotas.
Dormir resuelve en parte la tradición de no perder el sentido de vulnerabilidad.
Bañarme ahorrando el agua al usar una cubeta, abundante jabón de coco para esas pieles como la mía, transformada en color cuija me vuelve auténtico.Respeto la hora en donde la meditación se ha convertido en refugio. A veces es lo único del día que valió la pena. más cuando la hicimos compartida.
Vuelve la noche y aprendo un poco más sobre las constelaciones, el humor nos salva y danzar con la luna.
Hacemos video llamadas en tanto nos vamos acostumbrando a una nueva forma de contactar a la familia.
Fracaso a diario, soy más egoísta, me quejo del ruido, de la falta de contenido interesante en los medios, de las librerías cerradas.
He reconocido cada rincón, cada frontera de la casa, he hecho un fortín para mi salud integral.
Dibujo, pinto, escribo, para desintoxicarme de mi mismo y un tanto de los otros, he logrado comprimir pensamientos negativos.
Cuando estoy contento por no saberme prisionero de ideas absurdas, vuelve la violencia verbal, resuena en la cabeza.
Escucho el optimismo, pero no lo veo, veo las sonrisas, pero no las siento, termina el día y regresa: con la misma lentitud de cuando empezó esta noche.