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EL BESO DE LOS ESTUDIANTES

El beso de los estudiantes. Cuento.

Fernando Galeana Padilla.

En el colegio, las glorias del universo estudiantil te miran con desprecio, igual si tuvieran atravesado algo que los incomoda y permanece cada que se enfrentan con la mirada de los demás. En un mundo tan pequeño ser de los demás es insultante, difícil de llevar, es traer la carga de una tonelada de estupideces que no dejan enderezar tu cuerpo, tu mente, tu espíritu. La señal más clara de que alguien es un derrotado o perdedor es estudiar con todo tu esfuerzo y no lograr avanzar en las notas que trascienden en la popularidad, un ser invisible es alguien que no llega al cien por ciento de la evaluación.

Tobías Green, mostraba siempre su preocupación cuando coincidíamos en un trabajo cooperativo, esos proyectos nos llenaban a todos de ansiedad, de inmediato dejábamos liderar a los compañeros destacados, ellos y ellas nos miraban con desconfianza, hablaban sin mirarnos a la cara, así se las gastaban en esas clases que odiamos y nos dejamos llevar por la costumbre y la falta de carácter. Fue en octubre que llegó Rebeca, Laura, Yazmín, Ariana y Estefanía, se corría el rumor por todos los pasillos que habían sido expulsadas de distintas escuelas y por los mismos motivos. Juan Carlos, Alejandro, Bruno, Lenin, Cristóbal y Ramsés, eran vecinos y solían juntarse en horarios convenientes para pasar el rato y repasar algunas tareas. Con todos logré tejer profundos lazos de amistad. Al fondo de la cancha de básquet había un mural con un corazón enorme, muchos circulábamos por ahí porque nos gustaba tocarlo, decíamos que era suerte y que quién tocara ese corazón por lo menos una vez al día al llegar al número cien en no menos de diez días tendrías a alguien en tus brazos. Yo no les creí cuando me contaron sobre eso, pero seguí el juego, hace menos de una semana que me integré al colegio, en el documento de inscripción decía que era por traslado pero en verdad fue porque me peleé con el director de mi otra escuela. Ya llevaba varias quejas de mis maestras, que no hacía nada, que me la pasaba dibujando o haciendo canciones, que era un distraído, que mejor me fuera a una escuela especial, un día que fuimos pocos porque era un diluvio el que cayó, el maestro de artes para colmo me dijo ya deja tus dibujitos, pareces tonto, y se me fue la boca con mis impulsos adolescentes y lo maldije. Me llevó con el director, era un hombre joven físicamente pero un viejo con ideas anacrónicas, sin que el maestro dijera nada solo con ver cómo se le veía el humor dijo, aquí déjemelo, este niño ya es cliente, vaya con su grupo para evitar más problemas. Siéntate tú, gritó, que te sientes te digo volvió a gritar. Yo me descubrí con valentía y lo miré fijamente a la cara sin decir nada, él se levantó de su lugar y se paró frente a mí con sus reclamos. Hasta ahí no había motivos para expulsarme, pero no aguanté y le di semejante patada en la espinilla, abrí la puerta dejándolo con su dolor y sus maldiciones.

Ahora estoy en este cole, voy relacionándome con mis compañeras y compañeros de clase, no sé si fue un error contarle a Ramsés lo del director de mi ex escuela, porque parece ser que se ha regado el chisme. Cuando le conté a Ramsés después de presentarnos en la primera semana, me dijo oye Frank y qué te dijeron tus padres. Sólo le sonreí y hasta la fecha no le he vuelto a tocar el tema, lo que sí le dije fue que no me dijera Frank, ni Pancho, ni otro nombre más. Mi nombre es Francisco y punto. Creo que eso sí quedó muy claro porque todo mundo me llama así y ningún sobrenombre.

En el equipo de básquet me integré con Juan Carlos, Alejandro, Lenin, Cristóbal, Ramsés y Bruno. Bastaron dos juegos en los primeros días para saber que seríamos los mejores y que le daríamos una paliza a esos creídos supuestos sabelotodo, yo me integré muy cómodamente al colegio, a pesar de ser nuevo me había hecho de buenas relaciones con casi todos mis compañeros de clases y de escuela. La vez que me quedé paralizado fue cuando vi a Olga por los alrededores de la cancha y un pelotazo me tiró al darme en la cabeza por semejante descuido del juego. Lo que me gustó es que ella fue la primera en ir a rescatarme y me tomó de la cabeza preguntando ¿Estás bien? Quería quedarme ahí entre sus manos tocándome. Sí estoy bien, contigo estoy muy bien y diciendo esto me soltó, me golpeé levemente la cabeza, me dieron unas ganas de reír y reí locamente, todos los ojos estaban encima de mí, pero los de Olga se habían ido. Yo no sabía cómo se llamaba hasta haberla perdido de vista que pregunté quién era ella. Es Olga la chica de mayor promedio de toda la escuela, dejó muy claro Bruno, en el sentido de no ilusionarme. Tendré que enderezarme dije, y no precisamente por la posición en que me encontraba tirado en ese momento, sino por la vida que llevaba desordenado.

Los días pasaron, las semanas y busqué a Olga en todo ese tiempo hasta que pude encontrar la oportunidad de compartir el espacio juntos, cómo estás me dijo sin perder de vista su cuaderno en el que tomaba notas. Platicamos durante todo el receso y así seguimos haciéndolo tiempo después.

¿Tú crees en eso de tocar el corazón en la pared? Le pregunté. Te dejo porque tengo otras cosas que hacer, me respondió. Se fue con sus apuntes y un mar de ecuaciones que iban tras de ella, yo me quedé también con mis propios conflictos algebraicos para resolver por qué se había portado así.

No todo el mundo habla de sí con la transparencia de dar a conocer a otros  eso que lo conforma por dentro, lo que no se ve. Olga y yo planteamos la posibilidad de saber quién era uno y otro, pero no estábamos listos, ella lo confesó con un tacto muy especial que me emocionó, fue la primera vez que lloré delante de ella o de cualquier otra mujer que no fuera parte de mi familia. Fue la segunda vez que me tomó la cabeza y la segunda vez que yo reí al lado de ella como loco, pero en esta ocasión ella también rio conmigo y no me soltó. ¿Por qué ríes así? Decía ella contagiada de risa, y su risa contagiándome llevó un rato casi eterno de risas agudas, ocupamos un lugar que acababa directo en la pared del fondo.

Aquí es, me dijo estando juntos en el corazón, ¿Cuántas veces lo has tocado? Me preguntó, noventa y nueve respondí, hoy es mi número cien. Tócalo me dijo con determinación, nos vimos por mucho tiempo antes de tocar el mural. ¿Quieres saber si creo? Tócalo.

Cuando platicamos con Ramsés hablamos del círculo de las amistades, en la escuela es difícil tener amigos me dijo, porque hay muchos conflictos, demasiados. ves muchas películas le dije, agregando esas series maratónicas te están haciendo daño muchacho. muchacho no, me contestó seriamente, yo soy Ramsés y así como a ti no te gusta que te llamen de otro modo que no sea tu nombre también respétame. Vaya drama que se arma con esto, está bien, y ahí creo está la respuesta de lo que es un amigo: Basarse en una relación de respeto, de compañía, de escuchar con atención y ser solidarios. Hablamos de todo y después nos juntamos a jugar con los camaradas.

Quién te gusta de la escuela me dijo Juan Carlos, la ocasión en que en el taller de electrónica se retrasó el profesor, me gustan todas, aquí no hay chicas feas le dije, aunque reconociendo mis emociones y sentimientos, prefiero a Olga, ella es excepcional, me cautiva su forma de hablar, sus pausas y sus miradas, la forma de su rostro, su caminar, su voz de mando, su carisma, todo jeje, es todo lo que ella es.

Toqué el corazón y sentí sus labios, nunca había besado a una mujer en la boca, era mi primer beso, no sé por qué en cualquier plática siempre les decía a los demás que yo era un experto en besar y sabía explicar las distintas formas de dar un beso, pero no era verdad, la información sí, porque la había leído pero no la experiencia, yo era un inexperto hasta ese momento en que Olga me había besado y yo también al momento de tocar el corazón. Era cierto, para nosotros dejó de ser un mito.

Ya no conté cuántos besos nos dimos ese día, nos interrumpió una maestra y nos llevó  con el orientador, eso nos hizo pensar en cómo enfrentar los nuevos desafíos.

Yazmín le habló a todas sus amigas y las enteró de que nos tenían interrogando en orientación. Las chicas desde que llegaron contribuyeron a generar un ambiente de mayor integración en todos los grupos de clase, estaban dotadas de una inteligencia social muy destacada. En ese momento los chicos también se enteraron que nos tenían sometidos a una especie de interrogatorio, hubo algo parecido a una rebelión y suspendieron las clases, fueron saliendo uno a uno hasta que los salones quedaron vacíos con la incomodidad e impotencia de los maestros y maestras para controlar a una turba que amenazaba con destrozar la escuela si se atrevían a expulsarnos por un beso. Los directivos hablaron por los altavoces para dispersar a los alumnos de tercero que ya abarrotaban la puerta del departamento de orientación, exigiendo la liberación de sus enamorados compañeros. Un beso no es un delito gritaban haciendo un gran escándalo, varios se pusieron a hacer carteles con distintas frases creativas. “El amor es un derecho”, “Besos no balazos” “Contágiate de amor no de covid”.

En unos cuantos minutos no solo los grupos de tercero estaban en mitin, también los de segundo y solo dos grupos de primero de los cuatro que eran se juntaron con los demás. Los profesores tomaban vídeo y fotografías, los dos prefectos se veían cansados y desesperados. A mí me hizo admirar y querer más a Olga porque ella tomó la determinación de salir y hablar con la comunidad reunida afuera. Los gritos de micrófono, micrófono, se hizo un ritmo que se acompañó con las palmas, le alcanzaron el micro y subió hasta una mesa de escritorio que le acercaron sus compañeros. Yo salí y me subí junto a ella, el corazón me latía desbocado, pensé ojalá y no se le ocurra a Olga pasarme el micrófono. Les estamos agradecidos empezó diciendo, su solidaridad habla de que en esta escuela hay aprendizajes profundos y prácticos, somos una comunidad de estudiantes responsables, animados en alcanzar los mejores propósitos en nuestra vida escolar. Regresen por favor a sus aulas, nosotros seguiremos atendiendo lo que determina la escuela y sabremos resolver con ellos está situación de la forma que conviene a todos. Gracias por su atención y apoyo. En unos minutos la escuela retomó las clases.  Olga y yo, cada quien en su salón terminamos el día. En la salida nos fuimos juntos, toda la bola de compañeros de todos los grados y grupos iban tras nosotros gritando consignas sobre el amor, los besos y los enamorados. Entre esos gritos y apretujones otras parejas se identificaron, se fue llegando hasta el parque más cercano donde se dio cabida a un encuentro masivo de enamorados. De las mochilas salieron las bocinas y conectaron los dispositivos para armar una fiesta en honor al corazón, el mismo que al día siguiente encontraría en el centro la imagen de nuestros rostros besándonos, motivo por el cual posteriormente volvieron a expulsarme. Hasta ahora no he revelado que el verdadero autor de complementar el mural fue Tobías Green, el único que dibujaba mejor que yo.

 

 

 

 

 

Dicen que de poeta y loco tenemos un poco, yo animado en mi locura, gusto de escribir desde hace algún tiempo. Ahora mismo comparto contigo en este espacio que nos junta con el mundo, la amorosa reflexión en esta obra sencilla, en la que encontrarás la profundidad de un corazón latiendo en la creativa escritura que emana como sonrisas festivas. Te agradezco por visitar las veces que desees esta boya que indica algo en el océano inmenso de las letras, como la cercanía a un Puerto de poetas donde las palabras son las olas que llegan refrescando el alma. Yo soy a lo corto y a la distancia solo un puente entre el corazón y el pensamiento que hacen de el espíritu creativo la oportunidad para liberar al ser humano e integrarse plenamente. Te abrazo fuertemente por ser ese buscador que encuentra y llega tocando con los brazos abiertos de su inquietud humana. GAPFER.