SOBRAN ANÉCDOTAS PARA MORIRSE.
SOBRAN ANÉCDOTAS PARA MORIRSE.
FERNANDO GALEANA PADILLA.
Un par de cosas me dejaron perplejo,
sucede tan a menudo que va acostumbrando la edad:
a cobijarse y a no pensar.
Sobran anécdotas para morirse,
algunas tan desgastadas se ven chimuelas,
agonizan en el aburrimiento donde están colgadas.
En la soledad de todos los moles,
hay ingredientes únicos de un aroma permanente,
el chocolate.
Me gusta prepararlo en la mañana con agua,
la leche no la tolero, nunca me gustó;
de niño sabe Dios qué me dieron.
Eran las seis y media, las tonalidades espaciales
iban transformando la ocasión despierta.
Preparé una torta con bolillo de leña recién llegado,
puse todo el empeño,
gocé de tal modo que, al ponerla al plato,
quedé lleno de sorpresa.
Quizás confundido entre el aroma y sabor del chocolate,
con esa torta dispuesta en su mejor decoración.
Fue cuando me percaté del cuchillo,
¿Para qué? ¿Qué hace ese cuchillo ahí?
No lo sé, ¿qué significa? No lo sé caramba, no lo sé.
Eso me dejó turbado, no sé porqué,
después, seguí pensando sin sentido,
dándome cuenta de que el hambre se había ido
en tanto el Sol me interrogaba.
Lunes 8 de julio.